Por Sergio Daniel Churruarin.

La primera motivación para decidir un alquiler individual o de una pareja, surge en casi todos los casos cuando se asume la decisión de cambiar de vida.

Es ese momento en el que después de mucho análisis, obtener un espacio propio se convierte en un deseo y una necesidad.

Dejar la casa de los padres, tomar riesgos y responsabilidades propias, y comenzar a recorrer un nuevo camino, deriva en analizar posibilidades y alternativas para alquilar. Es así en el 95% de los casos.

Se trata del primer gran paso, soñando casi siempre con poder pasar al «techo propio», con esfuerzo y en el mejor de los casos con alguna oportunidad crediticia.

La perspectiva de los inquilinos ofrece un escenario con varias conclusiones: poca oferta, altos costos, propiedades que no siempre reúnen las mejores condiciones, requisitos difíciles o inaccesibles y otras consideraciones.

La mirada de los propietarios, también valedera, se resume en que el valor de la inversión realizada, en muchos casos con gran sacrificio, requiere una retribución a la altura de ese esfuerzo.

Es habitual escuchar en las conversaciones previas a una cotización, que la construcción o la compra ha sido costosa y que el mantenimiento demanda mucho dinero, especialmente cuando después de un alquiler anterior las condiciones de devolución no son las esperadas.

El cálculo de la rentabilidad posible, comprado con la inversión, también define ese precio.

Las dos perspectivas son razonables y comprensibles. Hoy atravesamos un momento delicado de la micro y la macro economía, donde las partes están al límite de sus posibilidades. El que alquila con sacrificio se aferra al límite más alto de lo que puede pagar, y el propietario está por debajo del mínimo que pretende y seguramente merece cobrar.

Ante la faltante de oferta por cualquiera de las razones que fuere, el panorama es complejo. El propietario no alquila porque no considera interesante la renta para su inversión y los nuevos emprendedores cada vez analizan con menos interés este tipo de negocio.

La ausencia de inversores que apuesten a la construcción no sólo afecta a este mercado; también está acompañada por la disminución de las fuentes de trabajo y conlleva a este faltante de viviendas.

Las perspectivas son preocupantes porque ambos sectores se necesitan. Si los propietarios retiran sus viviendas del circuito de alquileres, muchas familias no encontrarían opciones para vivir.

Los propietarios necesitan inquilinos estables, con empleo e ingresos que les permitan cumplir. Los inquilinos que deseen mejorar sus condiciones y los que están buscando su primer alquiler, tienen su suerte en manos de empresarios que inviertan en la construcción, brinden las respuestas que son su responsabilidad y se expandan para ampliar la oferta.

Para que este círculo sea virtuoso se debe apelar a la creatividad y profundizar políticas que hagan que las condiciones de los dos partícipes necesarios de este vínculo se vean favorecidos.

El Estado puede y debe intervenir con exenciones impositivas, simplificación de trámites, asistencia para que los costos de planos, sellados y derechos de construcción sean menores, generar planes de acceso a materiales de construcción con costos promocionados y múltiples opciones para que invertir sea reconocido y no castigado.

A mas inversión, más construcción. A más construcción, más empleo y naturalmente más competencia en el mercado de alquileres con más oferta.

Quienes formamos parte de este sector creemos que con un análisis real de las actuales circunstancias, todos los sectores podemos aportar desde la experiencia, y con el objetivo de sumar propuestas que contribuyan a plantear ideas y soluciones, cada vez más necesarias, en tiempos difíciles.